¿Se han dado cuenta de que todos sabemos soplar, pero casi nunca soplamos?
¡Piénsalo un momento! ¿Cuándo fue la última vez que soplaste… así, conscientemente?
Ahora, ¡ojo! No estoy hablando de silbar… Silbar es otra cosa.
Silbar es libertad.
Tú silbas cuando te da la gana.
Silbas una tonadita cuando estás feliz, relajado, caminando sin prisa…
¡Eso es arte! Hubieran visto a mi tío Burt. (silbar Raindrops keep falling on my head)
Pero soplar…?
Soplar es una actividad humilde, olvidada, que sólo se activa cuando alguien te lo ordena.
De niño, la payasita en la piñata te grita:
“¡A ver, sóplale a la velita, güero!”
Y tú, con esa presión encima, todos te están viendo y ¡le soplas!
Y la vela ni se inmuta…
Le echas tres pulmones y la velita nada que se apaga.
Y la payasita, en lugar de ayudarte, te humilla:
“¡Ese güero no sabe soplar! ¡Aplauso para el que no sopla!”
Más grande, el amigo mago te dice:
“A ver, escoge una carta… Ahora sóplale”.
¡Ah, cómo no le soplas! La carta desaparece y dónde quedó... Detrás de tu oreja.
Pero el momento más triste de la soplada…
La prueba de alcoholímetro.
La oficial te dice:
“Sople aquí.”
Y tú:
“¿Aquí?”
“Sí. Pero no lo bese.”
¡¿QUÉEEE?!
¡Le acabas de dar un beso indirecto a las babas de media ciudad!
A esas alturas prefieres que se lleve tu carro la grúa. ¡Guácala!
Y todavía remata:
“Sople otra vez… más fuerte… seguido… hasta que yo le diga ya.”
¡Ahora sí soplas fuerte como nunca en tu vida porque la multa sino es carísima!
A veces sí soplamos por reflejo…
Como cuando te quemas con el sartén y te pescas la mano:
“¡Ahhh!… ¡Ahhh!”
¡Soplando los dedos como si fueran velitas!
La única vez que uno presume su habilidad de soplar…
Es cuando haces una burbuja de chicle.
“Mira, mira… ¡pff!”
Y cuando explota el chicle en tu cara, quedas pegostioso pero bien orgulloso.
Ah, y en invierno… ¿te has visto a ti mismo soplando sólo para ver el vapor salir de tu boca?
Uno se siente dragón:
“¡Soy una locomotora humana!”
Y luego está Superman…
¡Superman sí que sabe soplar!
Él sopla y apaga fuegos, huracanes, volcanes…
¡Yo soplo y apenas le apago la vela a la payasita!
Así que la próxima vez que soples una burbuja de jabón…
piensa en todo esto:
Soplar es raro, es especial, es muy humano…
Pero eso sí:
¡Nunca beses el alcoholímetro!