#67: La vez que me sentí papalote.
Con un arnés bien apretado, pero salvando tus partes nobles, no dejas de correr hacia el bote que te estira hasta que tus pies ya no tocan la playa; después: te elevas, disfrutas el paseo, la vista, la brisa y el sol; al final desaceleran y tiras un poco de las cuerdas en la dirección en la que quieres descender...la altura no te da problema porque te sientes protegido por el paracaídas y el mar.
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